Antonio de Ulloa dice en “Viaje a la América Meridional, II” sobre la producción agrícola de Lima y Callao: “Antes del terremoto del año 1687, en que padeció tanto aquella ciudad, eran muy cuantiosas las cosechas de trigo y cebada”,
DE LA ANTIGUA PRODUCCIÓN DE TRIGO EN EL VALLE DE HUARMEY

                                                                 Heber Ocaña Granados

Según la referencia histórica que podemos encontrar en “Historia del Nuevo Mundo” del padre Bernabé Cobo, sacerdote de la Compañía de Jesús, que fue escrita en el año de 1653, en dicho libro manifestó que, “En sólo el puerto de Barranca se embarcan cada año para esta ciudad de cincuenta a sesenta mil hanegas, (que quiere decir, fanegadas) que se cogen en los valles de Pativilca, Barranca y Zupi (Supe) veintiséis leguas de aquí”, refiriéndose como punto inicial la ciudad de Lima, todos los envíos del mencionado cereal, a la ciudad de los Reyes, se hacía vía marítima, “porque es muy grande la suma de trigo que le entra por la mar” y agrega: “sin contar lo que se trae de los valles de Santa, Huarmey, Huaura y Chancay, que todos éstos caen a la parte septentrional de esta ciudad, y el más apartado, que es Santa, dista de ella sesenta leguas…” los valles de Lima, como todos los de la costa, producían trigo en abundancia, “ochenta mil hanegas que se cogen en este valle”, dice, refiriéndose al valle de Lima, y decía que, “… cuán abastecida es esta ciudad de todas las cosas necesarias a la vida humana... y se hallan con la misma abundancia que ahora treinta o cuarenta años, cuando no tenía la tercera parte de la gente que hoy tiene y los indios de la comarca eran muchos más que ahora; y la razón de esto es el haber ido creciendo las labranzas y tratos de las cosas tocantes al sustento de la república, al paso que ella se ha ido aumentando.” Por ello es que señala que de lo que más harta vivía la gente del pueblo, era del pan de trigo, por la abundancia del cereal en los valles aledaños hasta Huarmey, “por ser las cosechas de este valle y de los Otros de la comarca, de donde por mar y tierra se trae de acarreo copiosísima”, claro, del Callao hacia Lima se hacía por tierra, pero de los valles del norte y sur chico, se hacía por mar.

La historia registra que hasta antes de 1687, los valles mencionados líneas arriba, producían trigo en abundancia, luego, vamos a ver, de porqué decayó o desapareció la producción de aquel cereal que mantenía a tope la vitualla de los vecinos de la ciudad de los Reyes.

Antonio de Ulloa dice en “Viaje a la América Meridional, II” sobre la producción agrícola de Lima y Callao: “Antes del terremoto del año 1687, en que padeció tanto aquella ciudad, eran muy cuantiosas las cosechas de trigo y cebada”, la razón es, sencillamente, por aquel terremoto que azotó Lima y Callao y la costa sur y norte, ocurrido el 20 de octubre de 1687. “Este empezó a las 4 de la mañana y con él la ruina de muchos edificios y casas, en que pereció crecido número de gente., pero su estrago solo fue aviso de lo que había de suceder y sirvió para que enteramente no quedasen sepultados todos sus moradores; pues, repitiéndose el estremecimiento de la tierra con remezones que aterrorizaban, a las 6 de la mañana se vencieron a su impulso las que habían resistido el esfuerzo de los primeros vaivenes y se vieron reducidas a ruinas, no teniendo a poca dicha sus habitadores el poder ser testigos de ella desde las calles y plazas adonde los había ya conducido la primera advertencia. En este segundo estremecimiento se retiró el mar sensiblemente de sus márgenes y, queriendo volver a ocuparlas con montes de agua, excedió tanto de ellos, que, inundando al Callao y otras playas, sepultó en sí las gentes que halló en ellas.

Todos los valles del norte y del sur de Lima y su valle mismo, eran muy fértiles que causaba admiración a quienes llegaban del viejo mundo, por la abundancia y variedad de sus frutos. Antonio de Ulloa, señala que, refiriéndose a los valles de los llanos o costa del Perú, “que un país donde el riego de las lluvias se muestra tan escaso debía ser estéril totalmente, pero, bien al contrario, fructifica con tanta fuerza, que no tiene que envidiar a los más fecundos, naciendo en él toda suerte de simientes y cuántas especies de frutas se pueden desear.” Como podemos leer, la costa peruana en aquellos años era de masiva producción de diversos frutales y cereales, aún cuando la lluvia le era escasa, pero para Antonio Ulloa, había una razón de porqué, aquellos valles eran tan fértiles: “… las nubes humedecen aquel suelo, y por este medio viene a ser tan fértil que causa admiración la abundancia y la variedad.

Todo llegó a cambiar, luego de aquel trágico terremoto del 20 de octubre de 1687, la naturaleza se ensañó con los valles que producían trigo en abundancia, haciendo que ya nunca más volviera a renacer un grano de trigo en los valles costeros, hasta Santa por el norte y Pisco hasta el sur. “… se indispusieron de tal modo las tierras que pudrían las semillas del trigo que se sembraba en ellas…” todo esto, dice Antonio de Ulloa, “… se atribuye a la abundancia de vapores sulfúreos que se exhalaron y a las partículas nitrosas que quedaron esparcidas en todas ellas.

Cual si fuese un suceso bíblico, las tierras de aquellos valles fértiles de trigo, “40 años permanecieron en esta esterilidad…”; el 40 es un número por demás bíblico, que ha marcado la vida de muchos en el mundo y los agricultores de los valles del norte y sur, cercanos a Lima, no fueron la excepción.

Pasado el desierto de sus cuarenta años de esterilidad, los valles empezaron a producir nuevamente el trigo, pero ya no era rentable ni de interés para los consumidores de la ciudad de los Reyes, ya que se había entablado el comercio de aquel cereal con el reino de Chile, por lo que optaron en sembrar otras plantas, como los alfalfares, cañaverales de azúcar, entre otros, que se convirtieron en consumo masivo para el mantenimiento de todas las bestias, como las mulas que servían para el uso de los coches que aquel entonces, que eran jalados por recuas que servían para el tráfico del Callao a Lima y para todas las haciendas.

Huarmey también tuvo que cambiar su producción agrícola, por ello, la historia registra que hasta los años 60 del siglo XX, producía azúcar, gracias a los cañaverales que existía en el valle, y aquella fábrica de azúcar se ubicaba en el actual centro poblado de Barbacay.

Al respecto dice Antonio de Ulloa: “El resto del terreno ocupaban las otras especies de sembrados que se han dicho, entre las cuales no es inferior la caña dulce, de que se sacan los azucares muy selectos. Todas las haciendas las cultivan los negros esclavos, que tienen sus dueños para este fin, y lo mismo sucede en los demás que hay en Valles de alguna opulencia.”


Texto que integra el libro inédito:

"Aspectos históricos de Huarmey" - Heber Ocaña Granados.

Zaragoza - 2020.

Foto: La antigua fabrica de azúcar en el centro poblado de Barbacay, gracias al aporte de nuestro amigo el ex regidor de la comuna huarmeyana Aldo Moreno.