Ruskin renegaba de sus vecinos y colegas agricultores, por sus ambiciones y de “El ansia maldita de improvisarse ricos”, ello –también- le estaba “transformando –dice- los cerebros campesinos” y “Les esta(ba) sacando el corazón”.
EL PIRATA RUSKIN Y LA DEFENSA DE LAS TIERRAS DE HUARMEY.

                                                                                       Heber Ocaña Granados

La habilidad y el conocimiento de los aspectos psicológicos del ser humano, hizo que ERZ introdujera personajes con comportamientos de diversas layas; en la obra descubrimos a dos formas de pensamiento: el idealista y el materialista.

El personaje de pensamientos idealistas, el que amaba la naturaleza y a la vida, el padre amoroso, el “amante del buen vino”, el que se autodenominaba: “Yo soy libre-pensador, reniego de los curas y de los ricos”, “El pirata Ruskin” que era “Bueno como el pan, incapaz de matar una mosca” el que se “baladroneaba de bravo y perdonavidas”.

Ruskin renegaba de sus vecinos y colegas agricultores, por sus ambiciones y de “El ansia maldita de improvisarse ricos”, ello –también- le estaba “transformando –dice- los cerebros campesinos” y “Les esta(ba) sacando el corazón”. Se renegaba porque “arrancan de raíz como si fuera mala yerba, los viñales que tantos afanes costaron a nuestros padres, talan sin compasión los bellos frutales, otrora orgullo de la comarca” “¿Hay razón para tanta barbarie?”, se preguntaba El viejo filosofo Ruskin. Todo por querer aprovechar la buena época del oro blanco; sus colegas campesinos, querían “conseguir una cuarta de terreno más, para sembrar algodón”, de ahí el desproporcionado interés en la tala de los árboles frutales.

Cuando el Sabio Antonio Raimondi escribe su famoso libro “El departamento de Ancash y sus riquezas minerales”, considera incluir en sus páginas, algunas impresiones de su paso por Huarmey y lo considera “Una campiña… no muy extensa”, además considera que “En las chacras se cultivan muchas clases de frutas”, y da una relación de frutas que mayormente se produce en “La campiña de Huarmey”: Piñas, lúcumas, tumbos, paltas, palillos, guayabas. Chirimoyas, naranjas, limones (y) granadas.

Si consideramos la lista de frutas que el libro de Raimondi menciona, y lo comparamos con los mencionados en su arenga de reflexión del viejo filosofo Ruskin contra sus colegas campesinos, descubrimos que, son los mismos nombres; (…”Naranjos, limoneros, guindos, chirimoyos, paltos, pacaes, higueras, granados…” Pág. 19 ) y de ello podemos deducir las razones por la cual, en estos tiempos actuales no son factibles su cosechas, puesto que fueron talados para conseguir más terrenos y ampliar el sembrío del algodón, llamado en aquella época “El oro blanco”.

Ruskin señala que, “Los bellos frutales, (eran el) orgullo de la comarca”. Éste término ORGULLO, nos indica lo interesante que era para la campiña huarmeyana aquellos frutales, de hecho, con sus talas se iba a la borda los años en que a Huarmey lo identificaban como la tierra de las agradables frutas, que servía de exportación, tal como lo indica Raimondi: “Todo su comercio se hace por mar, siendo Huarmey una caleta habilitada por la que se exporta fruta, carbón y leña”

La locura del oro blanco, no solo era un asunto que interesaba a los huarmeyanos de la generación de Ruskin, el personaje idealista de ERZ; sino que era un asunto de interés mundial, de ahí la llegada a través de vapores, de compradores que no escatimaban, ni reprochaban las habilidades comerciales de los agricultores hasta abusar y jugar con los precios según su conveniencia.

Al iniciar el siglo XX, los europeos estaban convencidos que si querían dominar el mundo, tendrían que hacerse del poder de la industria y para ello, tendrían que trasladar ingentes cantidades de dinero hacia países donde abundaban las materias primas con la cual ellos moverían su maquinas para una diversidad de fabricaciones de uso doméstico e industrial.

Poco a poco las máquinas artesanales fueron perdiendo espacio e interés en el mundo empresarial. La llegada de la industria transformaría totalmente a la sociedad occidental.

Fue la época de la aparición de la clase media en el área de servicios, de la administración y del comercio.

En su pensamiento lúcido de idealista retórico y soñador, el viejo filósofo Ruskin, conocía los pormenores de la comercialización y del proceso transformativo al que llegaba el algodón; la materia prima de todos los males para que Ruskin elevara su arenga a favor de la vida y de la conservación de “los bellos frutales… otrora orgullo de la comarca”.

“borracho de vino y dicha” el viejo filosofo Ruskin, despertaba sus recuerdos, previo a ello, “una lágrima furtiva, rodaba por la mejilla”, para luego proseguir -con el alma enfurecido-, su discurso contra las intenciones de sus camaradas campesinos, y en un estado de arrebato, les continuaba gritando: “¡Judíos, mercaderes, ¡Arrancad los árboles! Sembrad algodón… Fabricarán con él explosivos, para matar inocentes, y dejar huérfanos y viudas… ¡Aliados de Satanás, estáis alimentando el fuego del infierno!”. Como vemos, Ruskin conocía y lo sabía todo, era un idealista con conocimiento de causa, realmente lo que decía tenía algo de cierto; como ya hemos visto, el texto de ERZ, emprende su camino, cuando “La Gran Guerra” se había iniciado desde hace un mes en la vieja Europa; de ahí, la compra a ojos cerrados, de los quintales de algodón, que no tenía precio fijo ni real, pues se vendía según se iba conociendo el interés y la exigencia de los compradores.

Cuando ERZ pone en boca de Ruskin, prácticamente una denuncia que tiene que ver con la vida de seres humanos, no es una disparatada del autor de “Los tesoros de Huarmey”, para engatusar al lector con historias descabelladas, pues se sabía desde hace mucho tiempo, que el algodón no solo servía para la industria textil, sino que también se había descubierto su importancia en las batallas y guerras que se habían librado muchos años atrás; como por ejemplo, en La Batalla de Spion Kop, que tuvo lugar en Sudáfrica en el año 1900, dentro de la segunda guerra Anglo – Boer.

A mediados del siglo XIX, el químico suizo-alemán Christian Friedrich Schönbein, hizo un gran descubrimiento de forma casual, en el momento en que trabajaba en la cocina de su casa, estaba experimentando con ácido sulfúrico y ácido nítrico, trabajaba con la mayor precaución del mundo, cuando de pronto se derramó algo de la mezcla sobre la mesa de la cocina, en su intención de no dejar huella de lo ocurrido, trata de limpiar cogiendo el delantal de su esposa, que era de algodón, y lo cuelga muy cerca del fuego para el secado de la prenda, cuando de pronto ocurre una fuerte explosión. ¿Qué es lo que había ocurrido?, La celulosa en el algodón había experimentado un proceso de cambio, llamado Nitratación.

“Sin querer, Schönbein había inventado la nitrocelulosa a la que se llegó a conocer como pólvora sin humo”. Que luego se utilizaría para la fabricación de municiones que serían utilizados en conflictos bélicos.

Por todo esto, era lo que renegaba el viejo filósofo Ruskin, conocedor del uso del algodón, para las prácticas pocas edificantes en las interrelaciones humanas y las convivencias pacificas entre los pueblos.

Aún así, sus coetáneos insistían en la tala de los árboles frutales, “destruyendo sus inmensas huertas de naranjos” hasta que “todas las huertas desaparecieron y quedó solo como un barco de altos mástiles, que se destacaba en la talada llanura de sembríos de algodón, la huerta hermosa del “pirata Ruskin”. (Pág. 22)

ERZ, engendra un personaje tremendamente idealista y romántico, en la figura del “pirata Ruskin”, cuyos discursos plagado de regionalismo y con un buen sentido del humor, llenan las páginas de “Los tesoros de Huarmey”, libro que sitúa al pueblo huarmeyano en uno de los tantos pueblos del mundo, que abastecían con la materia prima a la industria textil de las grandes potencias de la época.

Ruskin, el viejo filósofo de mente idealista, tal vez influenciado por sus constantes lecturas de libros, como lo muestra con orgullo la autógrafa del sabio Antonio Raimondi, en su libro: “El Perú”, que le dedica al que también se decía “descendiente de los piratas de leyenda, que alguna vez en tiempo de la Colonia, hicieron del abandonado puerto de Huarmey, centro de sus correrías”; en el mencionado autógrafo decía: “Para mi amigo Ruskin”.

Madrid, 2007.

Heber ocaña con revista amauta de  mariategui, donde se PUBLICÓ  "el amauta atusparia " de reyna zegarra, hemeroteca bnp.