"...Pensemos en nosotros, en nuestros hijos y en los hijos de nuestros hijos y no, en la apariencia que dibujan los candidatos de hoy, desde sus rostros sonrientes y agradables al dialogo y al oír, porque son más cascaras que esencia. No es posible equivocarnos como si nuestra costumbre fuera un juego de dominó..."
NO VOLVAMOS A EQUIVOCARNOS

                                                                                                 Heber Ocaña Granados.

Nos equivocamos hace cuatro años en elegir a un hombre del pueblo, sin malas rachas como ciudadano y vecino, sin antecedentes ante la justicia a la vista de nuestros ojos, emprendedor desde joven y desde joven un entusiasta generador de su propia economía, con una corpulenta familia solida y dueño de un apellido pulcro y sencillo, originario de los andes ancashinos; pensamos que su habitual forma de ser como un simple ciudadano de a pie y nacido en las mismas entrañas del pueblo, iba a tener la osadía de quebrantar la atosigada pesadumbre del ciudadano de a pie y forjar un pueblo con toda la maestría que su propia vida nos vislumbraba; fuimos muchos que nos complacimos de su participación en la política local, porque desde niño supimos de su espíritu bonachón y altruista, a muchos no nos quedaba duda de su inquebrantable fortaleza de elevar con elocuencia y carisma, el estado pasivo y atrasado del pueblo que nos prometía gobernar; muchos caímos por su saludo cordial y campechano, pero a la altura del tiempo que hoy vivimos a portas de dejar el poder municipal, hemos recibido una andanada de desvergüenza, de vulgaridad, de atrevimiento, de impaciencia, de ignorancia, de totalitarismo crudo, es decir, ante la presencia de nuestros ojos, se desnudó completamente y hemos visto al verdadero hombre incapaz, al de la mente servil de sus caprichos, de sus desaciertos que afecta a la totalidad de la población, es decir, a los que razonamos sin pasiones, hemos sabido de su desvergonzada figura de hombre con carácter para deshacer amistades, antes que para construir puentes en bien de la armonía con el pueblo, hemos visto a un hombre que su placer era crear conflicto y no fundar la paz en el corazón de los gobernados; pero ese hombre al que describimos, hace poco menos de cuatro años, nos vislumbraba como un ciudadano capaz de hacer lo que otros no pudieron hacerlo, porque mientras era un ciudadano de a pie, su espíritu exteriorizaba bondad, mansedumbre, dialogante y dialogador, consecuente con lo que decía y hacía, trabajador, acostumbrado a los saludos cordiales y amenos; pero una vez puesto en el poder municipal, todo ese hermoso y agradable castillo construido con sus propias manos y costumbres hacia el pueblo, fue derribado por sus mismas acciones, creyéndose el todo poderoso, como si el pueblo que le eligió, debería estar sometido a los designios y altanería de su carácter y no bajo el amparo de las leyes y las buenas costumbres, estos últimos cerca de los cuatro años, de verdad fue una mala racha para el desarrollo del pueblo, hundido en el espectro más sonámbulo por la incapacidad que hemos vivido y soportado, asistiendo a una época de vergüenza, atraso e impotencia,  y no es posible cometer el mismo error, eligiendo candidatos con las mismas características descritas por el innoble hombre que gobierna nuestra provincia. Pensemos en nosotros, en nuestros hijos y en los hijos de nuestros hijos y no, en la apariencia que dibujan los candidatos de hoy, desde sus rostros sonrientes y agradables al dialogo y al oír, porque son más cascaras que esencia. No es posible equivocarnos como si nuestra costumbre fuera un juego de dominó.  

Nuestro porvenir esta en los votos que le demos a los hombres o mujeres que pretenden gobernar nuestra provincia.