Se cumple este año el primer centenario del poeta Mario Florián (Cajamarca 1917-Lima 1999), conocido también como “El juglar andino”. El Perú ha demostrado a través de su vida republicana que es un país de notables poetas, que han construido con su obra creativa, testimonio personal y su vida una estela importante en su tejido social. Por eso es importante rememorar al gran Mario Florián. Quienes tuvimos el privilegio de escuchar su voz declamando sus versos de memoria, pueden contar que no solo era un vate recitando, sino también un espíritu, un alma, un pueblo.
PRIMER CENTENARIO DE MARIO FLORIAN: EL POETA DE LA RAZA.

                                                                    Carlos Alfonso Rodriguez.

Entre los archivos personales de mi pequeña obra periodística hallé una entrevista al poeta Mario Florián, el admirado poeta cajamarquino que dedicó una larga vida a la docencia, a la educación de innumerables generaciones de peruanos. Y la verdad es que Mario Florián, sigue educando a través de su obra poética y sus cantos. El documento fue realizado el año de 1994 cuando el bardo cajamarquino se aproximaba a los 80 años. Murió en Lima, el 1 de octubre de 1999.

Florián es uno de los más grandes bardos de todos los tiempos, un poeta sencillo, que simplemente fue un sobresaliente profesor como César Vallejo, José María Arguedas, Francisco Izquierdo Ríos, César Moro, José Gonzalo Morante, Hernán Velarde, la lista es por supuesto mucho más larga, pero estos son algunos nombres que se me vienen a la cabeza en este noche que desempolvo una vieja entrevista escrita en la bohemia de mi generación, o en mi edad de piedra como diría José Carlos Mariátegui.

Mario Florián era miembro de la ANEA (Asociación Nacional de Escritores y Artistas), como miembro de la mencionada institución solía asistir a esa casa cultural e incluso ofrecía recitales y conversaba con los jóvenes en la cafetería, en el auditorio, en la biblioteca, en los pasadizos. Su asistencia era permanente: Alto, buenmozo, frente amplia y brillante, de un mestizaje que representa el norte peruano y más precisamente a Cajamarca, tierra andina pero con gran presencia de descendientes vascos, que es evidente a través de sus apellidos: Becerra, Murrugarra, Barrantes, Barragán, Corcuera, Chavarría, Orrego, Gutiérrez etc.

Había nacido en un remoto pueblo de Cajamarca, en la provincia de Contumazá, un pueblo campesino, pobre, rodeado de una gran belleza natural y una fauna, que él incorpora en sus poemas como una novedad, sus cantos insertaron en sus versos: pumas, gavilanes, zorros, venados, halcones. Una poética que retrataba a la naturaleza de quien ha nacido en el campo, de quien conoce la nobleza de sus gentes.

De su remoto pueblo Nanshá, se trasladó a estudiar la educación primaria en el Centro Escolar 101 de Contumazá, los estudios secundarios los realiza en al Colegio San Ramón, uno de los principales colegios nacionales de Cajamarca, en donde, a decir de los viejos y nuevos “cajachos”, empezó el Perú, porque allí se produjo el encuentro de las dos grandes culturas en este histórico rincón del mundo, allí se entrevistaron Pizarro y Atahualpa, allí lo procesaron, sentenciaron y mataron. Allí también Atahualpa arrojó la Biblia. Sin embargo, el encuentro, la fusión, la mezcla se produjo con el tiempo que todo lo asimila, comprende y digiere.

Probablemente, en Nanshá, Contumazá y en la pequeña ciudad de Cajamarca, Mario Florián transitó dichoso entre sus ancestros, familiares y paisanos, pero cuando llega a Lima, se produce otro encuentro de dos mundos: entre el mundo andino que ama sus raíces, porque las conoce y las ha respirado por años bajo sus montes, en la apacible tranquilidad de sus caseríos, en la paz azul de sus cielos. Y la soberbia del costeño —mis paisanos—, que guardan en su inconsciente personal y colectivo la vieja herencia virreinal. Entonces, se producen las mutuas agresiones entre estas vastas regiones. Por un lado, dicen los andinos: “el costeño odia al serrano”. De otro lado, dicen los costeños: “el serrano patea hasta muerto”. Pero la gran verdad es que unos a otros no se conocían, ni se encontraban hasta que apareció el mundo moderno con sus vías, carreteras y caminos que fue uno de los puentes para estrechar lazos de amistad y diálogo. Hoy por fortuna se ha abierto la cultura del libro, la comunicación, el comercio y el periodismo, como herramientas eficaces para fortalecer el intercambio cultural.

Recuerdo que en un momento se creyó que hasta la poesía de Mario Florián era innecesaria, especialmente para algunos jóvenes poetas surgidos en los años 90, quienes fogosamente decían que estaban hartos de los poemas como “Pastorala”. Pero imagino que el tiempo que es sabio y enseña, les permitirá valorarlo en su grande dimensión, es decir que si antes lo leían, pero no lo entendían, ahora sí estarán en condiciones de comprenderlo; porque precisamente uno de los valores más importantes de Mario Florián es la musicalidad, la ternura y la sencillez a través de sus poemas: “El libro”, “Venadito de los montes”, “Yo soy un pastorcito”, “Pastorala”, “Arenga al peruano” en que se refleja el alma que habitaba en la profundidad de su ser.

El tiempo que le tocó vivir fue muy duro como poeta, maestro y hombre, entonces, primero se dedicó a la militancia partidaria y política, luego se integró al magisterio y al sindicato de maestros. Durante el gobierno del General Manuel Apolinario Odría, su vocación de docente se profundizó realizando publicaciones para niños y jóvenes, escribiendo himnos y cantos, narraciones y una novela Los mitimaes que obtuvo el Premio Nacional de Fomento de la Cultura Ricardo Palma en 1957, teniendo como jurados calificadores a celebridades como Jorge Puccineli, José Jiménez Borja y Porfirio Meneses.

El poeta Mario Florián en el café de la ANEA hablaba con voz pausada, pero sus poemas tenían el retrato de su alma, inspiración, acento y raza, de aquel que siente la Historia y la patria, en donde se gestaba y nace el verdadero peruano: la gente del campo, la gente de la provincia, la gente del barrio, la gente de los puertos, de los arenales, de las quebradas, montes y valles que rodean las ciudades. Y siendo maestro del Colegio Bartolomé Herrera del Distrito San Miguel continuó su labor de poeta, autor y sabio.

Mario Florián era tan modesto con los jóvenes que lo buscaban para beber de su inagotable fuente, que un día aceptó escribirle el prólogo al primer libro del poeta Julio Chiroque (1952-1992), porque había quedado encantado con la poesía y los versos de “Los Gallos Vigilantes” ese poema que cambió el curso de la poesía peruana a finales del siglo XX y la enrumbó en los comienzos del siglo XXI. Entre muchas cosas Mario Florián recusaba la preeminencia del verso-librismo, que para él era una peste; porque prefería el verso rimado y cantado, pero también podríamos decir que la poesía es una sola, como bien la definió Blanca Varela.

Sus bellos poemas, sus hermosos cantos convocan al diálogo. Tal vez por todo eso Mario Florián agrada tanto a los niños, a los jóvenes, a hombres y mujeres, porque con su fina sapiencia ha logrado tejer los cantos más puros y tranparentes de la poesía peruana. Por lo cual cada vez gana más adeptos y lectores en el país, en el continente y el mundo.

Se podrán caer edificios, se podrán clausurar bibliotecas, se derrumbarán rascacielos, pero el canto, los poemas y rondas de Mario Florián sobrevivirán, porque están impregnado de sentimiento, de grandes cimientos, de hondo nacionalismo, que no ofende ni descalifica a nadie, porque está nutrido del más alto orgullo terrígeno, a la patria que llevamos dentro cuando estamos en ella y que la exhibimos con dignidad cuando estamos lejos, pero que nadie puede arrebatar o negar, ni la peor dictadura ni la mejor democracia.

Desde Pueblo Libre llegaba los viernes a la ANEA, en donde era Vicepresidente, en realidad fue un cargo de honor que él había aceptado. A veces llegaba con su joven esposa Francila Alzamora Morales (1953-2012) y se sentaba en la cafetería, otras veces lo acompaña el poeta Max Dextre o Rafael Alvarado Castillo. Una tarde decido intercambiar preguntas con el gran poeta, que perteneció a “Los poetas del pueblo” en donde también estuvo Alberto Hidalgo, Felipe Arias Larreta, Abraham Arias Larreta, Felipe Neira, Gustavo Valcárcel, Alejandro Romualdo, Guillermo Carnero Hoke, Luis Carnero Checa, Antenor Samaniego, Alberto Valencia, Eduardo Jibaja, grupo al cual se integrarían años después Juan Gonzalo Rose y Manuel Scorza. Conversamos sobre ese período de artista y de militante a mediados de los años 40. Y esta es la voz del poeta Mario Florián.

RECORDADA CONVERSACIÓN ENTRE EL POETA MARIO FLORIAN Y CARLOS ALFONSO RODRIGUEZ.


-¿Pero usted fue aprista don Mario?

Todos “Los poetas del pueblo” éramos apristas, yo también desde estudiante sentí grandes simpatías por el Apra, incluso fui activo militante. Al terminar la secundaria en el Colegio San Ramón de Cajamarca postulé a la Universidad Nacional de Trujillo en donde estudio Letras y Literatura, allí me asocié con otros jóvenes autores. La Universidad Nacional de Trujillo también era un centro de gran activismo cultural, social y político. Hoy deploro de ese partido, considero que ha traicionado sus ideales y que su mal es irreversible.

¿Pero usted llegó a ser Alcalde por el Apra en su provincia?

Yo, llegué a participar en la fundación de una organización política que se llamó el "Frente Democrático Nacional", de la cual fue presidente el periodista y poeta José Gálvez Barrenechea, de esta manera se sentaba una oposición al gobierno continuista y conservador de Manuel Prado Ugarteche. Por lo que debía trasladarme a Contumazá a trabajar, en donde organicé la célula política del "Frente Democrático Nacional". El Apra en Contumazá, se bifurcó en dos alas: el ala derecha que propone a Fidel Zárate, de reciente inscripción, como candidato al parlamento. Y el ala izquierda, que me eligió a mí, pero que fue derrotada en los comicios partidarios, oficializándose la candidatura del primero. Luego, como una forma de reivindicarse conmigo, el pueblo me eligió alcalde de Contumazá.

¿Y cuanto tiempo duró su gestión edilicia, maestro?

Creo que solo un año, tiempo en el que me dediqué a introducir algunas reformas radicales en las estructuras político-sociales. Por ejemplo, las calles Octavio Alva, José Pardo y Abel Alva, las reemplacé con los nombres de César Vallejo, Manuel Arévalo y Tantarica. Lo que súbitamente exasperó al rancio conservadorismo lugareño, entonces mis enemigos políticos se asociaron y lograron, primero mi separación del Colegio Nacional de Contumazá y, poco después, se produjo mi destitución del Ayuntamiento.

En el año de 1977 le otorgan el Premio Nacional de Cultura, ¿Qué significado tiene este reconocimiento para usted?

Primero, que en realidad no me lo otorgaban solamente a mí, sino también a los personajes literarios y poéticos que yo creé, construí y defendí a los humildes campesinos de la sierra peruana que tantas veces me inspiraron, porque la recorrí en mis viajes e investigaciones por Cajamarca, Cuzco, Arequipa, Puno; en segundo lugar que me lo otorgaron junto a dos grandes autores del siglo XX, como son Luis Alberto Sánchez y Emilio Adolfo Whesphalen

¿De dónde nace su poesía, la magia de sus versos, que son como cantos, como notas musicales que se desprenden de un concierto sinfónico? Usted también, los lee en público con gran elocuencia.

Yo creo que mis poemas son sencillos porque así se expresa el pueblo. Yo solo he aspirado a ser la voz de los que no han tenido voz en el país. En el campo, en donde yo nací, los hombres y mujeres trabajaban al son de cantos, cantos que lanzaban al viento alegrando sus vidas, a la par que realizaban sus labores o faenas, esas costumbres sanas las viví en mi infancia. Por lo que considero que el don de la poesía lo he recibido del mundo rural, de los labriegos de la tierra, de aquellos que no sabían escribir pero que guardaban en su mente una gran sabiduría. Y mis poemas o cantos iníciales pretendían ser la voz de la naturaleza misma.

Dispénsenos esta pregunta algo ingenua pero necesaria ¿el poeta nace o se hace?

El poeta nace, yo he nacido poeta, porque nací al pie de la naturaleza, de los ríos, de las aves, junto a los montes y a los cerros cada vez más cerca al cielo. Pero también hay que estudiar, formarse, investigar. Entonces, el poeta nace y también se hace. Me dedique toda la vida a escribir porque quería expresarme y que los hombres y mujeres de mi patria se sintieran orgullosos de sus raíces, de la herencia milenaria que hemos recibido y que nos pertenece.

¿Cuáles son los poetas que usted ha admirado en la literatura peruana?

Admiro la poesía de Mariano Melgar, la de César Vallejo, la de Alejandro Peralta de quien hice mi tesis de bachillerato para la Universidad, la poesía de Gamaniel Churata, la de Luis Nieto, la poesía de Alejandro Romualdo, la de Gustavo Valcárcel.

¿La de los poetas jóvenes imagino que no le gusta, maestro?

Sí me agradan algunos poetas jóvenes, pero es que hay en estos tiempos mucho verso-librismo y con eso yo no comulgo. Me agrada más la poesía musical, porque exige un mayor trabajo y elaboración, el verso-librismo es muy repentista, descachalandrado. Creo, que no se sabe hacia adonde va esa poesía. Pero la poesía de Julio Chiroque me gusta, me agrada, por eso le hice el prólogo, es un buen y magnífico poeta. Una lástima su prematura muerte.

¿Qué escribe ahora maestro Mario?

Un libro de poemas que se llamará “Mi infancia fue mi infancia”, que es una suerte de memorias personales que evocan, precisamente mi infancia en el campo. Aunque creo que he publicado lo suficiente, aún sigo escribiendo. Un autor nunca se jubila.

Gracias poeta Mario Florián.

Por nada joven, hasta cualquier momento. Buenas noches.

El poeta tiene que irse porque la noche es profunda, larga e interminable. Las calles están atestadas de vendedores ambulantes, las luces de la ciudad brillan en el infinito de la oscuridad. El poeta Mario Florián se va tan elegante como vino con su compañera. Tiene un terno azul, una camisa blanca, una corbata dorada y una calvicie brillante, su frente es amplia, su andar pausado, su voz elocuente, serena, calmada. Y se aleja cada vez más entre la noche. La bohemia continúa para los jóvenes, nace otra generación de autores, narradores y poetas en la ciudad. Así es Lima y el Perú.

Lima, 1994.